domingo, 27 de octubre de 2013

No sabes lo que tienes, hasta que te lo quitan...

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar.” Miguel de Cervantes

Lo prometido es deuda, y como ya os dije en la última entrada, el martes estuvimos en el Penal de Río Seco. Entended que hay mucho que contar, pero también mucho que vivir para uno mismo, de ahí que no haya escrito hasta ahora.

Inés coordinadora de manitos jugando y profesora del curso de cocina de manitos creciendo, nos ofreció a María y a mí el acompañar a sus alumnos junto con otros trabajadores de CANAT y de otra fundación a la cárcel masculina de Piura. Esta proyección a la comunidad, se realiza con un grupo de presos que están cumpliendo condena por delitos menores (que aparte de robo y drogas no conozco más) y se encuentran en dicho pabellón de la cárcel por buena conducta. Al igual que el resto de actividades del programa, todo estaba planificado y organizado, y se puso en conocimiento de todos en una pequeña reunión en la central de la fundación.

Mi función era de apoyo en aquellas actividades que había programadas, pero hubo una frase que se me grabó y tuve presente en todo momento, “necesitan hablar, somos un contacto con el exterior” a partir de ahí, viaje en “combi”, tras pasar por el Campus Universitario de Piura y disfrutar de los baches de los caminos de la zona, llegamos a la cárcel.

Sellos de identificación de visitas
Era la primera vez que visitaba una cárcel, me asombró la tranquilidad que tenía a pesar de las múltiples identificaciones y cacheos, de los policías armados cada escasos metros que antes de entrar nos advirtieron de que “aquellas personas estaban allí por malos”, pero definitivamente creo que en este tipo de situaciones mi serenidad aflora, además Apolonia se encargaba de hacer que el ambiente fuese de lo más divertido, esta mujer no dejará de sorprenderme. Mis ganas por conocer una cárcel, poder hablar y ayudar a pasar un rato diferente a aquellas personas aumentaban por momentos.

A medida que avanzamos por la cárcel, afloran en mí multitud de sentimientos, todos conocemos cárceles por los medios de comunicación que intentan acercarnos lo más posible a la vida en ellas, pero hay cosas que por mucho que se cuenten, es necesario vivirlas. Múltiples pasillos de rejas, altos muros coronados por alambres de espino, policías y controles, el olor a letrina de los desagües… Y por fin llegamos al pabellón indicado, en él estaban un total de 130 hombres, el grupo de presos de 18 a 25 años junto con los ancianos de la prisión, pues se trataba de celebrar el Día de los Adultos Mayores.

Entramos en faena, coloco junto con otro voluntario el cartel de la fundación (gracias a los cordones de uno de los reclusos pudimos hacerlo, y con las prisas nos fuimos con ellos, espero que ya se los hayan devuelto…) y más pronto que tarde me siento junto a varios de los presos más jóvenes, es impactante pensar que la mayoría de ellos tenían mi edad o menos. Habrá quien diga que soy un inconsciente, pero no tenía ningún prejuicio, ningún miedo, todo era tranquilidad, estaba sentado con chavales de mi edad como hago en mi día a día, y la conversación no tardó en empezar… Me olvidé de dónde estaba, quizá era la manera de hacerles llegar un poco de mi libertad, yo estaba a gusto, y quiero pensar que ellos también.

Tras los juegos que llevamos preparados, las actividades que algunos de los reclusos habían organizado para amenizar el día (baile, teatro…), las papas a la huancaína que los alumnos de Inés habían preparado y la celebración de los cumpleaños de algunos de los internos, llega la hora de irnos. ¡Poco más y me quedo dentro! no me di cuenta de que habían recogido el cartel y nos íbamos, me quedé con la conversación a medias, pero teníamos un tiempo límite y no podíamos excederlo. Choca pensar que con toda probabilidad no volveremos a poder charlar con esos chicos, que nosotros nos vamos mientras ellos siguen allí hasta cumplir su condena.

Salimos del penal, vuelta a la vida diaria, y es entonces cuando te das cuenta de lo que supone tener LIBERTAD, pero también de lo que es perderla. Desde aquí, os animo a todos a poder vivir una experiencia como esta, pues no voy a intentar describir que se siente, que ha supuesto para mí… Cualquier cosa que diga no va a ser suficiente, algo así hay que vivirlo.

1 comentario:

  1. Hola de nuevo Guillermo:
    creo que describes la experiencia de forma preciosa. Has tenido la oportunidad de compartir tu libertad con gente que la ha perdido, muchas veces por errores propios de la juventud, de una mala formación, falta de apoyo familiar, por una simple tontería,... Lo cierto es que, como pudiste darte cuenta, son personas normales, algunas, seguramente, por su juventud, se han visto obligadas a madurar de forma brusca y han perdido una fase importante de su vida. Por este motivo, cualquier pequeño detalle cuenta, cualquier acción que les devuelva, aunque sea por unos momentos a la normalidad, es importante y también nos aporta mucho a nosotros mismos.
    Yo he tenido la experiencia de vivir algo parecido en la cárcel de SEgovia. Todos los años vamos allí en el mes de Junio a jugar un partido de baloncesto con internos y algunos años doy un curso con actividades, a través de Manos Unidas. Te aseguro que para todos los que vamos es una gran experiencia y habitualmente la gente repite, porque le parece bonito compartir un poco de tu tiempo, jugar con ellos, así de simple.
    Me alegra que vuestra estancia se esté enriqueciendo de esta forma con todo tipo de experiencias.
    Un abrazo,

    Roberto

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