miércoles, 9 de octubre de 2013

Poncho duro por arriba, poncho duro por abajo y cortito lleva el paso

Sábado, un día de viajes incómodos, largos, pero con un destino que nos estaba esperando con los brazos abiertos.

Estatua que preside la localidad
La primera parte del viaje se hizo llevadera, un autobús nos llevó hasta Paita, donde nos subimos en una “combi”, un furgón con 12 asientos en el que pueden montar hasta 14 personas y varios bultos, que a través de unos caminos que atraviesan el seco campo de la zona de desierto de Perú  nos lleva hasta un pequeño pueblo pesquero de 4 mil habitantes, La Tortuga.

Hasta las tres no empezamos la ludoteca así que nos permitimos el lujo de pasar un rato en la playa, donde junto con otros voluntarios comimos e intercambiamos experiencias.

La ludoteca está a punto de comenzar, así que subimos por la carretera hasta el pueblo y nos dirigimos a lo que ellos llaman el aula del mar. En su mayoría las calles no están asfaltadas, y al parecer no hay servicio de recogida de residuos, ni agua corriente, por lo que las laderas y barrancos que dividen en zonas el pueblo suponen un lugar en el que tirar todo tipo de desperdicios, que los chanchos y perros se debaten para poder aprovecharlos.

Junto con Gabriela, visitamos a dos ancianos del pueblo, es difícil pensar que la niña que nos acompaña te cuente que al igual que uno de ellos, debido a su básica alimentación es posible que pierda la visión con la edad. Aún estoy sorprendido de cómo un hombre que apenas puede moverse de la cama y ha perdido la vista trabaja arreglando redes y desenredando sedal; o como esa mujer que no puede ni levantarse de la silla por el estado de sus huesos, teje unas telas como aquellas...

Nos dirigirnos a la emisora, todo el pueblo permanece informado de lo que ocurre a su alrededor a través de unos enormes altavoces, al parecer el barco que utilizan para vigilar que los grandes barcos de arrastre extranjeros no les quiten su único medio de subsistencia está siendo reparado… Gaby informa a los niños del pueblo que el aula del mar está abierto y las actividades están a punto de comenzar. Aquellos que quieran practicar fútbol y rugby han de acudir a la cancha de arena donde varios voluntarios del equipo de rugby les están esperando para llevar a cabo un pequeño “entrenamiento”; los más pequeños han de ir a la ludoteca, allí les esperaremos para jugar todos juntos.

El aula del mar, es un paraíso en La Tortuga, se trata de una pequeña casa acondicionada para que los niños y niñas del pueblo puedan aprender, experimentar y disfrutar juntos, algo importante si tenemos en cuenta que la mayoría de ellos han de abandonar la escuela a edades tan tempranas como los 8 y 9 años para trabajar o ayudar en el hogar y el cuidado de los hermanos pequeños.

La educación de los más jóvenes, se ve truncada por los escasos recursos y familias de hasta 11 y 12 hermanos, donde lo más importante no es jugar con otros niños, ni aprender a leer o escribir, sino llevar dinero o ayudar en la casa para poder seguir viviendo, más bien sobreviviendo.


Llega la hora de marchar, dejamos atrás aquellas miradas y sonrisas que impacientes estarán esperando al sábado siguiente para poder ser niños durante un par de horas.

4 comentarios:

  1. Lo importante, desde luego, no es lo que alguien como yo pueda comentar en el blog, sino lo que contáis los que estáis allí. Pero supongo que es gratificante saber que la gente está al tanto de lo que os tomáis la molestia de transmitir por esta vía. Aquí estamos, leyendo para nuestra vergüenza, las cosas que suceden en otros lugares y a las que "el primer mundo" (primero en estupidez, en falta de solidaridad, en derroche de recursos, en egoísmo, en insatisfacción, y , en consecuencia, último en felicidad) es incapaz de poner coto. Para vosotros, mi respeto y mi aplauso.

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    1. Resulta difícil transmitir lo que aquí vivimos a través del ordenador, ojalá todo el mundo pudiera experimentar una aventura como esta... Cambiarían tantas cosas. Pero por ahora, nos tendremos que conformar con acercaros un poquito más esta realidad. Gracias por todo Alfredo.
      Un abrazo

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  2. Bueno, Guillermo.
    váis descubriendo una realidad muy dura, sin duda, comprobando que no en todos los sitios los niños viven como niños, sino que se les adjudica un rol de adultos adelantados que, sin duda, es injusto. Por ese motivo vuestra labor allí es tan interesante, podéis ayudar a mejorar la vida de esos niños y niñas compartiendo juegos y momentos, dialogando, cantando y riendo. Vuestra experiencia en Piura va a estar llena de momentos, que vemos que van dejando su huella, seguro que la experiencia y el aprendizaje van a merecer la pena.
    Gracias por compartir vuestro día a día, es emocionante y nos lleva a pensar mucho, sobre todo a darnos cuenta de que es nuestra obligación, la de todos, luchar para que la realidad cambie y la gente pueda tener una vida digna.
    Un abrazo,

    Roberto

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    1. Es muy difícil observar cómo estos niños se ven obligados a ser adultos por una sociedad como esta.
      Habrá quien crea que nuestra labor en Piura es sencilla, pero jugar es la última preocupación de estos niños, y el último interés de sus padres.
      No es sencillo ver cómo niños te observan mientras estás jugando con sus amigos, y ellos no pueden hacer lo mismo porque sus padres se lo prohíben (las repercusiones de no obedecer a los padres son muy duras), son muchos los niños que durante el juego tienen que ausentarse porque sus padres los necesitan en el trabajo o en el hogar, y así un montón de trabas más. Por ello es difícil trabajar aquí, cada día hay niños nuevos, el número varía, la asistencia no puede ser más irregular...
      Poco a poco nos iremos amoldando a estas situaciones y dejarán de ser "trabas".
      un abrazo

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